Angel de la Muerte_Segundo Cap

En Grecia reinaba la tranquilidad durante la noche, pero no se podía decir lo mismo sobre sus "bajos fondos", donde un enfadado dios daba vueltas y vueltas por sus aposentos.


-Me voy a vengar de esta, ¡Te aseguro que lo haré!- gritaba Hades mirando a Pandora.
-Por favor, mi señor, tranquilícese y quédese quieto para que pueda ver su brazo.- Pandora se acercó a su hermano y le tomó del brazo lentamente. Tras un breve instante de inspeccionarlo comunicó.- Ha sido solo un mal golpe. ¿Podría decirme como se ha caído, mi señor?
-Ya te he dicho que no ha sido nada, solo he tropezado… con algo que algún espectro ha olvidado tirado por las escaleras de Judesca, es todo, por eso me voy a vengar… ya lo veras, Pandora…- dijo el dios secamente. Sus mejillas se tornaron rojizas. No supo si era por la vergüenza que sentía hacia su hermana por creerse tal mentira o por la irritación que sentía al pensar que Hypnos le había tumbado de un empujón.
-Si todo está en orden me gustaría retirarme.- dijo Pandora con una reverencia.
-Mm Si, si, puedes irte.- antes de que quisiera darse cuenta, Pandora ya estaba fuera.


Un poco más calmado, Hades se quedó solo en su habitación. Vio su reflejo en el espejo, y se acercó a él. Rozó la superficie con la yema de sus dedos y sonrió, a su vez, el gemelo de su reflejo también le sonreía.


-Siento en el alma no poder perdonarte Hynos.- susurró para si el dios y empezó a reírse sarcásticamente para sus adentros.


Aunque reinase la noche en el reino de Athena, un radiante sol brillaba eternamente en Elysium, calentando a sus habitantes; algunos dioses, ninfas y las almas salvadas de pasar la eternidad en el infierno.

Hypnos había llegado a la entrada en un parpadeo. Le dolía todo el cuerpo, y lo recubría un sudor frío, como si acabase de despertar de una de las peores pesadillas que jamas hubiera tenido
Se dejó caer de rodillas sobre la hierba, se sentía a salvo, y las lágrimas volvieron a llenar sus ojos, Estuvo a punto de romper a llorar cuando sintió dos cosmos conocidos detrás suya.


-¿Hypnos-sama?.- preguntó Ikeros ,uno de sus hijos, el dios de las pesadillas.
-Se supone que debería haber vuelto con Thánatos-sama hace rato.- Cuestionó Oneiro, otro de sus hijos y el oráculo de los dioses.
-Y vosotros dos….- Hypnos se pasó las manos por su cara tratando de eliminar cualquier gesto que le dejara en evidencia ante sus hijos. Al girar se percató como ellos soltaban sus manos.- ¿No deberían estar en el Mukai?
-Volvimos hace horas.- respondieron los dos hermanos, ambos trataron de poner su mejor poker face delante de su padre, cuando segundos antes los acababa de ver tomados de la mano.
-Hmm ya veo. ¿Y Thánatos?.- cambió rápidamente de tema. Deseaba contar de una buena vez a su hermano todo lo que había pasado.
-Thánatos-sama se marchó a uno de los baños y no le hemos visto salir… debió ser un día duro…- Oneiro miró a Hypnos. De veras había sido un día duro.


Hypnos desvió la mirada hacia donde se encontraba su casa. Se dio cuenta en ese instante de que estaba frente a sus hijos de rodillas en el suelo. Tras levantarse, les dirigió una mirada rápida a ambos y se marchó en a dirección de su templo.

Cuando se alejó lo suficiente, ambos hermanos se miraron de reojo. Ikelos acercó a su hermano contra su cuerpo y apoyó la frente contra la suya. Oneiro sonrió, pocas veces lo hacía y cuando lo hacía, era con él. Se besaron lenta y pausadamente. Ikelos acariciaba la espalda de su hermano por debajo de la túnica. Paso de sus labios a besar y morder su cuellos. Los quejidos del mayor era todo lo que necesitaba para no detenerse. Oneiro se separó un poco de su hermano, le miró a los ojos y se vio reflejado en el extenso mar de color miel que normalmente quedaba camuflado  detrás de las miradas asesinas que Ikelos dirigía a la mayoría de habitantes del inframundo. Oneiros cerró los ojos y se le abrazó al cuello.


-No me vuelvas a dar esos sustos, ¿vale?.- susurró Oneiro contra el oído del menor.
-Ya te he dicho, que no tengo nada con Morfeo, eres demasiado celoso.
-Pues la próxima vez…-empezó a decir Oneiro antes de agarrar con fuerza el trasero de su hermano-… guardad las distancias.


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"Thánatos-sama nos pidió que nadie le molestara, ni siquiera usted, señor Hypnos"

Las palabras de aquella ninfa se repitieron en su cabeza. Hypnos recogió sus rodillas en la tina y dejó que el agua caliente desinfectara cada centímetro de su cuerpo. Le dolía todo, miró hacia su abdomen y reconoció las enrrojecidas hileras que Hades le había marcado con sus uñas.

Le habría gustado haber podido escapar de sus garras antes, confesarle a Thánatos todo lo que había sucedido, rebajarse y ocultar su orgullo para pedirle ayuda, y si la situación acababa por tensarse, le confesaría que le amaba.

El dios se dejó resbalar en la tina y sumergió sus ideas en el agua. De ningún modo iba a confesarle a su hermano lo que sentía. Solo quería verle, que él le acariciase la cara con sus suaves manos, que le contara como había pasado el día en los momentos que no había estado junto a él. Aun que se le hiciera pesado escuchar la misma historia muchas veces, Hypnos le miraría siempre con una sonrisa dibujada en los labios, esperando encontrar el momento para acercarse un poco más a él, rozar su mejilla con los labios y abrazarle.
Esto para Thánatos se había vuelto en algo rutinario y no le parecía raro el comportamiento de su hermano, pero si tan solo él supiera que los verdaderos sueños de su hermano eran poder besarle en lugar de abrazarle, dormir junto a él en una cama, en lugar de individualmente en  camas separadas por unos metros que parecían un abismo. Si tan solo le dijese que lo deseaba.

Hypnos no aguantó más debajo del agua y sacó su cabeza. Se frotó los ojos y salió de la tina. Su mente había sido golpeada por numerosos pensamientos de los cuales a veces se arrepentía, pero en lo más profundo de su alma, deseaba que fueran una realidad.
Secó su cuerpo y lo cubrió con una túnica blanca en lugar de negra. Salió de la estancia y sintió en la piel la diferencia de temperatura que había en el baño con respecto fuera. Le recorrió un escalofrío. Para llegar a su habitación  y la de Thánatos, antes debía pasar por el pasillo donde se encontraban los cuartos de sus hijos.

En la primera encontró a Phantasos, que se encontraba frente a un espejo peinando su larga y rubia cabellera. Éste vio a Hypnos por el espejo y le dedicó una amplia sonrisa, que fue suficiente para que  Hypnos supiera que todo estaba bien. La continua era la de Ikeloss, vacia. No supo porque se esperaba que asi fuera. La siguiente, la de Oneiro, tenía la puerta entreabierta, el dios rubio se acercó a ver el interior; las cortinas estaban corridas y la ventana cerrad. En la cama dormían Oneiro e Ikelos. Hypnos sonrió, al menos ellos vivían su amor y nadie les atormentaba. La última habitación antes de la suya era la de Morfeo. El dios escultor de sueños estaba leyendo un libro, y sobre la mesa delante de él estaba un jarrón, que contenía los tallos de lo que una vez fueron amapolas. Hypnos miró las flores y con su cosmos las devolvió a la vida en un segundo. Esto hizo que Morfeo se sobresaltara, algo inusual en este calmado dios, y miró a su padre que le sonreía cansadamente. Le devolvió la mirada y de nuevo quedó sumido en la lectura.


Al fin su habitación. Hypnos estaba que moría de sueño, como si eso en él fuera posible. Abrió la puerta y encontró a su hermano sentado frente a la ventana, frente a él una mesa con dos tazas de té y a su lado otra silla.

Por el horario terrestre, allí debía ser de noche, por lo que los habitantes de Elysium cerraban a cal y canto sus hogares y descansaban. Pero Thánatos quería aprovechar aquella luz eterna para tener una charla con su hermano. Thánatos pensaba que el semblante serio de su hermano se veía menos duro a la luz del "Sol" Cuando entró le dirigió una mirada y una tierna sonrisa.


-Tenemos que hablar.- dijo el dios de la muerte. Acto seguido, Hypnos suspiró con fuerza y cerró la puerta.